Pensemos la memoria como un espacio-tejido: compuesta de recuerdos, emociones y lugares, siempre cambiante, flexible y dinámica. Pero, ¿qué ocurre cuando uno de esos hilos desaparece? ¿El tejido se recompone, se transforma o queda para siempre incompleto?

Encarnación atravesó esa experiencia. La elevación del cauce del río Paraná, tras el llenado del embalse de la represa Yacyretá, alcanzó su cota de diseño definitiva de 83 metros sobre el nivel del mar el 12 de febrero de 2011. Ese hecho supuso la desaparición de cerca del 30% del territorio urbano: unas 750 hectáreas de las 2.500 que lo conformaban. La ex zona baja, corazón de la ciudad, quedó sumergida. Allí se encontraban el puerto, la estación de tren, barrios populares, comercios, bares y plazas de encuentro. Entre sus hitos históricos destacaba el Molino San José, núcleo de producción y exportación de granos. Alrededor de 7.000 familias fueron reubicadas; memorias desplazadas y desarraigadas.

La obra recoge fragmentos de ese pasado: fotografías, recortes, testimonios y memorias escritas. Cada pieza conserva un recuerdo, pero aislada permanece incompleta. Solo al enlazarlas con hilos, el tejido comienza a recomponerse. El público es invitado a unir imágenes, recuerdos y relatos, tejiendo nuevas relaciones entre historias que alguna vez coexistieron.

Pero la memoria no se limita al pasado. También incorpora fragmentos del presente: escenas cotidianas, voces actuales, registros de una ciudad que sigue reinventándose. Estos materiales dialogan con lo perdido, mostrando que la memoria es también desplazamiento, transformación y reinvención constante.

La obra invita además a proyectar hacia el futuro: ¿cómo serán recordados los espacios que habitamos hoy?, ¿qué huellas permanecerán y cuáles se desvanecerán bajo nuevas transformaciones urbanas?

El resultado es un tejido colectivo y mutable: una cartografía de memorias que no pretende clausurar lo ausente, sino revelar que recordar es siempre un acto vivo de creación compartida.